Embarazada de 25 semanas, la ilusión de Jayne era ser madre. Tras haber sufrido un aborto anterior, parecía que, a sus 41 años, su sueño, y el de su marido Mahmoud Soliman, se iba a cumplir. Y así ha sido, aunque ella no lo pueda ver. El miércoles pasado nació por cesárea Aya Jayne, una niña que pesó tan sólo 950 gramos pero que ha heredado la fuerza de su madre, porque ha evolucionado tan bien en tan poco tiempo que ha abandonado la UCI antes de lo previsto.
Según informa la prensa británica, nada hacía presagiar el fatal desenlace de Jayne. El día de su fallecimiento había ido a trabajar al Club Bracknell de Patinaje sobre Hielo, como siempre. Y, según cuentan sus compañeros, "se encontraba bien, feliz". Ningún síntoma delató el tumor que se había desarrollado en su cerebro y que se extendió a un ritmo vertiginoso hasta afectarle los principales vasos sanguíneos y provocarle por la tarde el colapso que la llevó a la muerte.
Los médicos no pudieron hacer nada por ella, pero sí por el bebé. Conscientes de que la mejor incubadora es el útero materno, los galenos mantuvieron a Jayne conectada a una máquina para que su corazón siguiera latiendo. Le administraron altas dosis de esteroides para ayudar a que se desarrollaran los pulmones del feto y la alimentaron por vía intravenosa. Su cuerpo resistió durante dos días y pudieron sacar a Aya �nombre que significa milagro-.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) considera que un feto puede sobrevivir fuera de la madre a partir de la semana 23. La pequeña Aya nació en la semana 25, por lo que según las estadísticas tiene un 70% de posibilidades de salir adelante.
El doctor Manuel Sánchez Luna, jefe de sección del servicio de cuidados intensivos de neonatología del Hospital Gregorio Marañón de Madrid, explica a elmundo.es que "Aya Jayne tendrá los mismos problemas que cualquier niño prematuro, pero no más por el hecho de haber nacido de una madre con muerte cerebral".
Los pequeños que nacen antes de la semana 27 tienen que luchar por sobrevivir. Según Sánchez Luna, "son niños que pueden presentar problemas neurológicos y que son muy inmaduros, por lo que tienen más riesgo de coger infecciones".
Un caso raro, pero no único
Aunque la situación en la que ha venido al mundo la pequeña Aya es excepcional, no es la primera vez que ocurre. En 1999 se produjo un caso similar en el hospital Cabuenes de Gijón, donde a una mujer clínicamente muerta la mantuvieron con vida más de un mes, con el fin de que terminara la gestación, tal y como ella había pedido antes de morir. El niño pesó al nacer 1,2 kg. y todos los medios le bautizaron como 'el bebé milagro'. Salvo unos pequeños problemas respiratorios, evolucionó bien.
Pero no fue el primer 'milagro'. La primera vez que un niño vino al mundo de esta forma fue en 1982 y, desde entonces, otros 11 pequeños han seguido su ejemplo.
"En estos casos es la familia la que tiene la última decisión. Si quieren que el embarazo siga adelante, se reúnen con el comité ético del hospital y entre todos deciden, siempre y cuando sea viable para los médicos".
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