Hans Litten, hijo de un judío renegado y una cristiana culta, fue un duro defensor de comunistas, y azote de los violentos camisas pardas nazis ante los tribunales de la República de Weimar. En pleno ascenso del nazismo, este joven abogado fue capaz de poner en evidencia a quien poco después se convertiría en Führer y acabaría siendo el responsable último de su muerte en el campo de concentración de Dachau.
El 8 de mayo de 1931 no era el primer día en que Hans Litten se enfrentaba a los jóvenes nazis que sembraban el terror en las calles de Berlín. Pero aquel juicio tenía para él algo especial: a petición suya, el mismísimo Adolf Hitler, líder del Partido Nacionalsocialista, se vio obligado a comparecer en los estrados como testigo ante un tribunal. ¿La causa? El ataque perpetrado el 22 de noviembre de 1930 por un comando de camisas pardas de un grupo de asalto (SA) contra el Palacio Edén, que era un centro de reunión de izquierdistas. Varios pistoleros de las SA -una organización que jugó un importante papel en el ascenso de Hitler al poder hasta que fue desarticulada en 1934 e integrada en las SS- hirieron a tiros a Willi Köhler, de 21 años; Norbert Budzinski, de 20, y Walter Braun, de 24. Tres pistoleros -Konrad Stief, Max Liebscher y Albert Berlich- fueron condenados a dos años de cárcel.
Como abogado de la acusación particular contra los SA, Litten se enfrentó a Hitler y le acorraló. Puso en evidencia, a través de las difíciles relaciones de los jerarcas del partido con los jefes más cafres de las SA, la naturaleza perversa de un movimiento decidido a hacerse con el poder usando una vía democrática en la que no creía. Obligó a Hitler a declarar una fidelidad a la República que él se encargó de demostrar falsa con pruebas incontestables. La habilidad del letrado desencajó a Hitler, que, superado por las circunstancias, se comportó con un nerviosismo histérico poco acorde con su imagen de caudillo implacable. Al día siguiente, los principales periódicos alemanes informaron en portada del revolcón sufrido por Hitler, que por fuerza hubo de considerarlo como una humillación imposible de olvidar.
La venganza nazi contra el abogado no se hizo esperar. Pero lo peor para él llegó con Hitler aupado por las urnas al poder. La noche del incendio del Reichstag, el 23 de febrero de 1933, Litten fue detenido durante las redadas de la policía contra elementos indeseables y enemigos de la patria. Aquel día comenzó para el abogado Litten un calvario de torturas y malos tratos por diversas prisiones y campos de concentración. Hitler desoyó todas las peticiones de clemencia.
Cinco años más tarde fue hallado ahorcado en una letrina vestido sólo con una camisa. Había dejado una breve nota de despedida y la explicación de que había decidido suicidarse. El hombre que humilló a Hitler es el protagonista del libro de Benjamin Carter Hett, de inminente publicación en España (Ediciones B). -
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