Otros, como el 'cementerio-isla' de Las Rozas, están "llenos" todo el año, como explica Miguel, el responsable de su cuidado. Con casi cien años de antigüedad, está empotrado entre los carriles de la autovía A-6. "Este es el cementerio más visto de España. A las 7 de la mañana ya hay atasco a un lado de la autovía, el que va a Madrid, y a las 6 y media de la tarde al otro. Siempre hay gente", dice Miguel.
Pocos conocen también que en Carabanchel, cerca de la calle General Ricardos, tras unos muros de color terrazo, se encuentra el cementerio británico. Dentro de las paredes de este camposanto, a dos metros de los tendederos de casas bajas y humildes, se guardan secretos de espías, masones, y salvadores de cientos de judíos europeos, en plan la 'lista de Schindler'.
El 'cementerio-isla' de Las Rozas, 'el más visto de España'
La prolongación del carril Bus-VAO de la A-6, ahora en ejecución, dejará una de las paredes del antiguo cementerio de Las Rozas a apenas tres metros de los coches. Construido hace más de 90 años a la altura del kilómetro 18, este camposanto ha aguantado todas las embestidas de la nueva era. "Primero, en el 1962 se hizo a un lado la autovía, luego a los dos lados y ahora el Bus-VAO. Los coches cada vez pasan más cerca", explica Miguel, encargado del cuidado del camposanto.
Los rumores de que se trasladarán las tumbas a otro cementerio corren todos los años de boca en boca. Bulos. "Este cementerio es un superviviente nato, ha sobrevivido a la guerra y a todas las obras que hay alrededor. Ahora estaremos más recluidos pero es imposible que lo puedan tocar", cuenta Miguel, que precisa que aunque sea obligatorio venir en autobús o en coche -hay que cruzar la A-6 por debajo-, todos los fines de semana "viene algún familiar".
El lugar, construido tras una cesión de terreno de la familia Riaza, que cuenta con el panteón más grande, es pequeño y ya apenas se entierra allí. Como hace décadas, las tumbas de los niños están separadas del resto. "Antes hasta había una caseta donde se hacían las autopsias". Los roceños prefieren, sin embargo, el nuevo cementerio, construido en 1970, más cercano al municipio. "Aquí enterramos muy poquito ya, como tres o cuatro veces al año, casi siempre gente mayor a la que conoces que tiene aquí los nichos de su familia", dice su cuidador.
Pese a la autopista, el 'cementerio-isla' de Las Rozas, que cuenta con unas 270 tumbas, algunas semi-abandonadas, es muy tranquilo, "muy normal". Como nota curiosa corre la leyenda de que dentro de una lápida sin nombre yace el cuerpo de la amante de un general de Franco. Los grafitis también han dejado su huella en los muros, ubicaciones privilegiadas para que las 'obras' sean vistas desde la autopista. Si ha de elegir, Miguel se queda con el nuevo cementerio. "Aquí cada vez que hay un enterramiento hay que subirse a las lápidas o pasar entre los árboles. Es muy incómodo y fastidioso para trabajar", precisa Miguel. "El próximo día uno estará lleno de gente y de flores. Está muy bonito", concluye.
El camposanto judío de Hoyo
Flores no habrá el sábado en el cementerio judío de Hoyo de Manzanares. Ni el sábado ni los otros 364 días. El judaísmo prohíbe las flores y las imágenes o las cruces. La estrella de David es la única simbología en las lápidas, muy ordenadas, todas mirando al sur -a Jerusalén-, en un terreno espacioso. Hay más de 800 sepulturas, pero menos de la mitad están ocupadas. En muchas de las tumbas se ven piedras, algunas coloreadas y con mensajes. Es la manera que tienen los 'ashquenazi' -judíos procedentes de Europa del Este- de decirle al fallecido que sus familiares mantienen vivo su recuerdo.
La Comunidad judía en Madrid decidió a finales de los 70 tener su propio cementerio. "El Ayuntamiento de Madrid nos prestó un terreno al lado del cementerio civil -contiguo al de La Almudena-, pero queríamos uno en propiedad. Allí son arrendamientos por 99 años, y si nadie se hace cargo entonces, se llevan los féretros, por lo que no se puede cumplir lo que dice nuestra religión, que el cuerpo reste en un sitio para la eternidad", explica Salomón Benamú, presidente de la Institución Hebra-Kadisha, encargada de todo lo relativo a los enterramientos en la comunidad.
La institución compró el terreno en Hoyo con dinero de particulares. "Allí nos dieron más facilidades". Precisa Salomón que siempre cumplen el mismo ritual. Cuando alguien de la comunidad está cerca de la muerte, voluntarios de la asociación acuden a acompañar a la familia en los últimos momentos de sus allegados. Tras el paso por el tanatorio, casi siempre el de Tres Cantos, el cadáver es trasladado a Hoyo, donde otro grupo -hombres si el fallecido es varón y mujeres si es hembra- se encargan de "hacer la purificación". "Se lava el cuerpo y se amortaja sin traje ni zapatos. Se le viste con un pantalón, una camisa y una capa de lino".
Aunque la religión judía especifica que el cuerpo "debe ir a la tierra", en Hoyo se entierra a los fallecidos en ataúd. "Lo hacemos porque respetamos las leyes españolas", señalada Solomón, que añade que entre los judíos "no hay mucha cultura de ir al cementerio". "Nuestra religión dice que no es bueno".
Cementerio británico: De espías, masones y celebridades
Muchos seguidores atléticos aparcan sus coches los domingos en la calle Comandante Fontanes, muy cerca de la Pradera de San Isidro. La mayoría desconoce que a pocos pasos de allí se encuentra el cementerio británico. Pasa desapercibido. Fue creado en 1854. La Embajada británica quiso dar un espacio para enterrar aquellas personas cristanas no católicas. No eran admitidos en los otros cementerios existentes. Así, dio cobijo no sólo a británicos sino a judíos, luteranos o miembros de la iglesia ortodoxa rusa y griega.
"El Gobierno británico tenía un terreno en Colón, pero no dejaron que le diéramos un uso de cementerio", explica el hispanista David Butler, experto en el cementerio y miembro de la fundación que se encarga de su conservación. El camposanto tiene un estilo muy 'british', hay un gran panteón de una respetada familia británica y lápidas judías, ortodoxas, e incluso masónicas. En total, 700 sepulturas. "No había restricciones de ningún tipo", precisa Butler.
Entre las personalidades enterradas está el fundador del Circo Price, el empresario que puso en marcha el Restaurante Lhardy o familiares de los Loewe o los Boetticher. "Aquí hay todo un enredo de cosas fascinantes y misteriosas", dice Butler. Una de las sepulturas más antiguas es de Charles Cliffor -fallecido en 1883-, fundador del camposanto y aventurero que estaba perfeccionando la fotografía desde globos aerostáticos cuando falleció.
"Muchos de los que están aquí eran gente conocida y respetada, algunos trabajaron incluso para el servicio secreto británico", desvela Butler. También están enterrados en este lugar los fundadores de la pastelería Embassy, donde dicen algunos historiadores que fueron escondidos y luego trasladados a otros lugares miles de refugiados judíos en Madrid, o miembros de la familia real de Georgia en el exilio, además de una descendiente del presidente de EEUU John Quincy Adams. "Su familiar, Alice Bache Gould, era historiadora experta en Critóbal Colón", dice Butler mientras señala una lápida humilde. "No era bien visto en su época una mujer en las bibliotecas. Decían que distraía a los estudiosos".
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