Una madre norteamericana se llevó el susto –y la indignación- de su vida cuando vio a su propio hijo de siete meses ofrecido como mercancía por Internet. Concretamente pedían 300 dólares para poner en marcha su proceso de «adopción».
El niño se llama Jacob Brennan. Su madre es Jenni Brennan. Viven en Abington, Massachussets. Tan tranquilos estaban cuando Jenni recibió un correo electrónico alarmante: «alguien está usando una foto de Jake para una estafa de adopción».
¿Cómo? Jenni pinchó en el link que le indicaban. La llevó a un anuncio de la craigslist, el macrositio donde se compra y se vende de todo. El anuncio prometía un «precioso bebé» de sexo masculino del que sin embargo no aparecía ninguna foto. Hasta que Jenni contestó el anuncio, haciéndose pasar por una clienta interesada. En pocos instantes recibió en su dirección de correo una flamante foto de su propio bebé...tomada además del blog de la familia. Huelga decir que sin permiso.
Según los ofertantes, el niño de la foto era nacido en Canadá pero en estos momentos se encontraba en un orfanato en Camerún, pendiente de una alma caritativa que lo adoptara. Por el módico precio de 300 dólares se podía poner en marcha el papeleo.
Jenni Brennan quedó primero atónita. Después vino la furia. Y la llamada al FBI. Y otra llamada al fiscal general de Massachussets. En cuestión de horas Yahoo había cerrado la cuenta de correo desde la que se mandó el fraudulento anuncio. Pero el daño –por fortuna sólo emocional- ya estaba hecho.
No es la primera vez que aparecen anuncios de este tipo en la red. Hace años que menudean ofertas de adopciones en países como Camerún, planteadas en unos términos tan pintorescos y fantasmales que ninguna persona seria los tomaría en serio. Pero el negocio no sufre por ello. Mandar un e-mail, poner un anuncio en la red, es tan barato y tan fácil que basta con un incauto –o incauta- en un millón para hacerse con una pequeña cantidad (300 dólares), o con una no tan pequeña, con cero esfuerzo.
Esta es la primera vez que lo burdo llega acompañado de lo patético. Pasado el primer susto, obviamente Jenni Brennan se dio cuenta de que nadie se proponía en realidad vender a su hijo; sólo usarle como reclamo comercial. La singularidad es que, en lugar de molestarse en fotografiar al hijo o al hermano pequeño de un miembro de la trama y luego subir la imagen a Internet, tranquilamente optaron por descargarse la primera foto de bebé que vieron que les gustó. Sin importar la procedencia. Sin pensar que los padres del bebé podían ver el anuncio. La ley del cero esfuerzo, hasta para timar.
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